Hoy martes, es el ultimo día de 2013.
Cada año que se va nos recuerda, sin que podamos ni debamos evitarlo, todo aquello que nos causó pesar y dolor, miserias y sufrimientos vividos. Todo aquello que nos dejó un hueco.
Siempre despedimos al año con cierta ingratitud, quejándonos de que no fue lo suficientemente bueno y deseando que el entrante sea mejor para que el saliente se pierda en el olvido. Pero también el año que se extingue nos dejó cosas de grato recuerdo y que nos llenaron de alegría, pues seguro que también hubo risas y sincero gozo. Puede que estas luces no basten para rellenar aquellos huecos oscuros, pero es justo y necesario reconocerlas. Agradecerlas.
Luces para desvelar la forma y sombras para moldear los volúmenes, es la vida. Los años pasan y no son más que cuentas de un collar. Los sufrimientos y las penas son tan inherentes a la existencia como las alegrías y los gozos. Así pues, demos gracias a este año que se va por todo aquello que nos ha dejado, bueno y malo, risa y llanto.
En especial miramos atrás buscando a los que se fueron dejando su vacío, que ya no se podrá llenar sino con el recuerdo. Pero también debemos ver que nuevas vidas se hacen espacio en nuestros corazones, trayendo nuevas ilusiones y dando razón de ser al futuro.
¿Vamos a hacer balance de un año, teniendo toda una vida de la que ocuparnos? No seamos mezquinos contabilizando el debe y el haber de 360 y pocos días. Disfrutemos de nuestra vida según nos venga dada, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza.
Agradezcamos por tanto el año que se agota, porque ningún año que podamos despedir será tan malo que no haya dejado una alegría que celebrar.
Un año más no es sino otro día más. Un nuevo amanecer en que sentir la inmensa alegría de estar vivo.
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