Os jugabais el futuro del Circo a una única función. Y sabíais también que os estabais jugando el físico. Por entonces no había ni redes, ni efectos especiales y si fieras hambrientas. Y aun así no dudasteis en uniros; los domadores, trapecistas, forzudos, funámbulos, la orquesta,… todos.

Había que sacar la función adelante. El fracaso de uno sólo de los números era el fracaso absoluto de todos. Te tocó ser la cara y la voz ante el público. Como jefe de pista y mientras los enanos crecían por las esquinas, subiste el telón con una meta y sin guión posible.

El espectáculo concluyó aunque no hubo grandes aplausos y pasaron muchas cosas. Y por fin bajó el telón de esa primera función. El Circo continuaría y mantendría abiertas sus puertas. Incluso alguno pensó que podría ser rentable y así todos los artistas quisieron dejar a un lado el amor al arte, y ser los nuevos ídolos del público. Con zancadillas, sin palmaditas en la espalda te sacaron de la carpa para que no estorbaras.

Nunca podremos saber si lo que hicisteis fue lo mejor o era mejorable, pero nadie duda que fue con lealtad a un programa pensando en todos los públicos, que sólo prometiste lo que podías cumplir y que trabajaste con dignidad. Los hombres de tu generación dieron la talla.

Ahora que hasta los Leones te han llorado, ¿cabe esperar que tus sucesores hayan aprendido algo?, Más de uno intenta sin sonrojo vestir tus trajes, aquellos que un día se rifaron en el centro de la pista. Tan grandes les quedan las ropas que parecen payasos.

Lo digo con la osadía del desconocimiento, pero con la autoridad del sentimiento: ¿A esto se ha visto reducido este Circo?¿A una colección de payasos sin gracia?.

Payasos que no están ni inquietos ni preocupados por su futuro, eres el ejemplo que no les interesa seguir. Payasos con rayas, payasos de lunares, payasos a cuadros, ¡que más da!, se tiran cubos de pintura, sus flores huelen a chorros de agua y se golpean sus huecas cabezas con martillos de goma. Cada payasada tiene sus admiradores incondicionales… lo importante es estar en el centro de la pista y no abandonarla. Saben que el público es fácilmente influenciable, y que si anteayer te abandonaron, que si hoy te ensalzan y sacan en procesión, será porque mañana te volverán a olvidar.

Y nada cambiaría aunque fueras Mio Cid: porque no fue él quien ganó la batalla después de muerto, sino Babieca que supo llevar un cadáver, el mito, derecho a la victoria. Ahora tenemos muchos babiecas, pero ningún Babieca.

Fuiste uno de los capitanes de una quinta irrepetible, uno de los tantos que arrimaron el hombro voluntariamente para que aquel viejo Circo pudiera volver a funcionar e ilusionar. Tengo la suficiente edad como para recordarlo, aunque en ese tiempo tenía tan poca edad como para pensar que todo era posible y fácil.

Así pues, y antes de que el olvido definitivo me alcance… te doy las gracias por la parte que me toca: a ti y a todos vosotros que creísteis que el Gran Circo es posible.

Un abrazo.